III Trail C4 Club de Campo Villa de Madrid: Crónica de uno que cerró la carrera por José Luis Búrdalo

Cuando consulto las clasificaciones de las carreras, dependiendo si son muy concurridas o no, suelo estar sobre la mitad de la tabla, incluso a veces, en el tercio superior y cuando alguna se da peor o es más dura de lo previsto y caigo en la clasificación, suelo decir “al menos no he sido el último, con todo mi respeto y admiración a todos los últimos”, pues bien… alguna vez tenía que ser la primera y tras 129 carreras, el pasado domingo tuve el honor de completar la primera carrera en la que terminé último.

El caso es que no me siento para nada frustrado, ni incómodo, ni cabreado, nada de todo eso, es más, recuerdo la carrera con una sonrisilla floja y con una gran sensación de haber hecho “algo grande” en mi modesta carrera de atleta o corredor popular, dada mi nula técnica y mis nulas condiciones para ser un corredor medianamente decente, datos importantes a recordar, soy grandote, peso mucho (aunque más pesaba antes de empezar a correr) y ofrezco mucha resistencia al viento, piso mal, prono muchísimo, no tengo tiempo para entrenar entre semana (de vez en cuando consigo rascar algún kilómetro), cada carrera que completo lo considero una pequeña gran victoria personal y, si la carrera es dura, me vengo muy arriba.

Dentro de pocas semanas haré resumen personal de todo lo que he corrido en 2018 y desde luego, ya tengo en la cabeza que carreras han sido importantes, cuales me han marcado y motivado, el EcoTrail Madrid y el Trail C4 van a estar en el top de las más duras, de las que acabas pensando “quien me manda meterme en estos líos”, pero inmediatamente estás deseando correr otra parecida.

Y que conste que, correr pruebas de este tipo me supone tres o cuatro días con los tobillos destrozados y doloridos, se dice eso de sarna con gusto no pica.

Le había echado el ojo a esta prueba el año pasado, en su segunda edición y, me la habría dejado apuntada para este año, como potencial sustituta de Ponle Freno, huyendo un poco de la masificación de esa carrera que, tiene un buen fin solidario, la causa es noble y loable pero 20.000 personas es mucha tela (lo dice el que no se va a perder la San Silvestre Vallecana con el doble de corredores), el caso es que el recorrido de 2014 era un gran recorrido pero en 2015, 2016, 2017 y por supuesto 2018 es el más que tradicional Paseo de la Castellana arriba y abajo, una carrera que de haberla hecho seguramente estaría rozando los 50 minutos, el año pasado fue mi segundo sub50 del año (49:55) pero la verdad es que este año no me apetecía nada, no me apetecía correr apretujado, esquivar grupos de personas de paseo, seguro que volveré a esa carrera, pero no sería en 2018.

También me pasó por la cabeza hacer la Carrera Vertical NH Collection, estuve dudando hasta el último momento, veía imágenes del Trail C4 de las dos ediciones anteriores, veía fotos con un perfil y una inclinación tremendos en los que llegaba a pensar “la foto está un poco inclinada para exagerar”, que va señoras y señores, las fotos están perfectamente verticales y la realidad es que hay unas pendientes tremendas. Finalmente me decido por el Trail, en gran parte, motivado por la medalla finisher prevista.

El ritmo en EcoTrail Madrid fue de 7:17 min/km, en el Trail C4 7:41 min/km, en EcoTrail Madrid no fui el último, en el Trail C4 fui el último, así de claro y así de duro fue. Y para colmo, el estado del terreno.

La semana del EcoTrail Madrid estuvo lloviendo y si bien durante la carrera no cayó una sola gota de agua (al menos en la prueba en la que estuve de 21 kms), durante tres semanas no ha hecho otra cosa que llover en Madrid y en buena parte de la península, de hecho, el domingo a la hora de la carrera la previsión era de lluvia.

Recogí el dorsal el sábado por la mañana, tras la carrerita de 5 kms en Villalverde y estuve charlando un poco con los voluntarios, comentaban que algunos ciclistas de apoyo de la organización estaban haciendo el recorrido, balizando, etc, y me indicaban que varios tramos de subida estaban muy resbaladizos, tenía clara la decisión, saldría el domingo con bastones de trekking, al menos con uno para usarlo de apoyo si erar necesario, por suerte tengo unos plegables y no estorban demasiado.

Dejé el sábado por la noche la mochila preparada, ropa de cambio, chubasquero, bastones, chaleco de hidratación, etc, el petate de la mili lleno hasta casi reventar la cremallera y, en cuanto sonó el despertado el domingo, tras una noche un tanto inquieto (siempre hay nervios antes de una carrera), me levanté y lo primero que hice fue mirar por la ventana, llovía, no muy fuerte, pero a las 6:30 llovía y parecía que se iba a cumplir la previsión, salida, carrera y meta bajo la lluvia.

Desayuno ligero, ducha, ropa “de trabajo” y al coche, sobre las 8:30 estaba aparcando en el Club de Campo Villa de Madrid y mientras me acababa de acicalar y decidir si salía o no con chaleco de hidratación (dos puntos de avituallamiento, cada poco más de 5 kms me hicieron desistir de usarlo) veo que muy cerca ha aparcado Jesús Sepúlveda, uno de los viejos conocidos y sospechosos habituales en multitud de carreras y compañero de crónicas en esta página, nos saludamos y nos encaminamos hacia la zona de salida, hablamos y mucho sobre las dudas del estado del terreno, del daño que nos podemos hacer si hay mucho barro, de las dudas de si lloverá o no (en ese momento no llovía), si hará frío o no… y alrededor teníamos de todo, gente muy abrigada, gente más valiente con poca ropa, otro corredor con bastón de trekking, no había nada coherente.

Llegaron compañeros Forrest Gump de Jesús, Azahar, Santiago, Quique, muy majos todos, algunos los tenía fichados de redes sociales y Azahar finalmente gano el Trail C2 en su categoría (enhorabuena), nos hicimos las típicas fotos de rigor y postureo y nos dispusimos a tomar la salida.

Me decidí a correr “de largo”, algo que hice en mi primera carrera, allá por 2014 y que me juré no volver a hacer, corro siempre “de corto” que en cuanto han pasado un par de kilómetros uno ya ha entrado en calor, pero la incertidumbre del tiempo, si llovería o no, me hicieron decantarme por mallas y chubasquero, que gran error (que espero no volver a cometer), me sobraban en el cuarto o quinto kilómetro.

En primer lugar, saldríamos los corredores de C4 (unos 17 kms y unos 350 mts de desnivel positivo) y unos minutos después los corredores de C2 (unos 8 kilómetros y unos 150 mts de desnivel positivo).

Salimos en la pista hípica del Club de Campo y en los primeros 500 mts ya nos metimos en el primer barrizal serio, una franja de terreno de arena suelta empapada, supongo que zona de tránsito habitual de caballos y dónde ya empezamos a chapotear. Los primeros dos kilómetros los saco en 5:41 y 5:51 min/km, a partir del tercer kilómetro el perfil empieza a picar para arriba y los tiempos son un desastre, Jesús se me empieza a escapar (cosa por otro lado normal, es de media en asfalto del orden de 30 o 45 segundos más rápido por kilómetro que yo) y me concentro en “mi carrera”, tranquilo, cuidando mucho cómo y dónde pisaba para que los tobillos sufriesen lo menos posible.

Al poco de pasar por el primer kilómetro empezamos a correr en los campos de golf del complejo, el desnivel crece y nos abraza un verde intenso en el suelo y colores otoñales en árboles y arbustos, seguimos subiendo hasta el tercer kilómetro y medio, primer repecho serio y primeros puntos delicados, zonas con mucho barro y cuánto más atrás me voy quedando, más pisoteado está el barro, más resbala, la gran mayoría de corredores buscamos como locos los laterales de los caminos, algo de césped y terreno menos machacado que agarre un poco mejor, estas primeras rampas las paso con mucha precaución y como se suele decir, con más miedo de vergüenza y comienzo a ser consciente de que lo voy a pasar mal en las rampas más duras, en los primeros 6 kms había un par de repechos, pero nada en comparación con lo que estaba por llegar, a todo esto, Azahar me adelantó hacía un rato, habiendo salido unos minutos más tarde y encaminándose a su victoria en C2.

Vamos alternando tramos de subidas duras e intensas, pero no demasiado largas, con bajadas en las que tomar precauciones, mientras miraba con cierta envidia y estupefacción a algunos corredores que bajaban sin miedo y a lo loco, intentando ver que hacen ellos que yo no hago, intentando aprender pero pensando por otro lado que si se me ocurría tirarme a lo loco, seguro acababa haciendo la croqueta y haciéndome daño y ya tuve mi ración de caída y sutura el domingo anterior antes de la salida del Trofeo José Cano.

Llegados al kilómetro 7 volvemos a estar a la altura de la salida, es el punto en el que pasamos por debajo de la M-500, la Carretera de Castilla, para adentrarnos en La Casa de Campo. Tras el EcoTrail Madrid, pensaba que dicha carretera la pasaríamos usando alguna de las pasarelas elevadas, pero no fue así.

Nada más pasar bajo la carretera, sumé unos 250 mts más de recorrido, me acababa de pasar un corredor (lo he buscado, dorsal 134) y no atiende una indicación de una voluntaria, se equivoca de ruta y en lugar de seguir recto, gira a la derecha, trato de tirar unos metros detrás de él, le pego voces y no se entera, se me aleja cada vez más y a los pocos metros desisto y vuelvo sobre mis pasos para seguir el recorrido, me cruzo con dos ciclistas de la organización que me preguntan si hay otro corredor más alejado, se lo confirmo y se van a por él.

Desde el kilómetro 7 hasta el 12 es todo un calvario por La Casa de Campo, fuera de los senderos y recorridos habituales, tocando de vez en cuanto el recorrido de la famosa Tapia, el recorrido de la prueba se convierte en un entrar y salir por el campo, en subidas por trialeras y escorrentías muy marcadas en las que es imposible meter bien los pies y algunas con unas pendientes imposibles. El dorsal 134 despistado me dio caza y me pasó, no me preocupaba en absoluto, es más, intenté charlar un poco con él, saber el motivo por el que se había despistado y si no me oyó y efectivamente, no lo hizo antes y tampoco en ese momento, debía llevar la música a tal volumen que no se enteró de nada.

Desde los primeros kilómetros hice buen uso del bastón, plegándolo y desplegándolo según necesidad, tanto para subir como para bajar y buscar un poco de apoyo anticipado, pero sobre el octavo y noveno kilómetro es que ni con el bastón podía subir bien, hubo un punto en el que con el bastón clavado y los pies plantados en el suelo embarrado y muy apretado tras el paso de los compañeros corredores, mi cuerpo y todo su peso me hacían resbalar poquito a poco y alejarme del bastón, si lo estuviese viendo en una película en el sofá de casa, seguro me estaría partiendo de risa.

Hacia el décimo kilómetro, poco antes del segundo avituallamiento, subíamos al Cerro Garabitas, las vistas de Madrid, pese a estar el cielo encapotado, eran una auténtica maravilla, es de justicia decir que el entorno en general de la carrera es una puñetera barbaridad, sencillamente precioso, pese a la dificultad, me sentía bien, sentía como me llenaba de vida.

De repente, en esas rampas duras aparece un ciclista que me indica “sube por aquí”, “tira por allá”, “si yo puedo, tú puedes (él en bicicleta, pero como le patinaba la bicicleta)”, mientras él también trata de escalar como puede y tras un par de pasos junto a voluntarios, me percato que habla con ellos y en uno de los casos le oigo decir “es el último”, ¿soy el último?, efectivamente, soy el último, se trata del ciclista escoba que va cerrando carrera, aunque unos kilómetros más adelante dudaba si había otro corredor por detrás, al parecer, o abandonó, o no había (espero que no fuese otro perdido y siga por ahí vagando).

Las subidas me mataban pero peor era llegar al punto más elevado y ver carteles que decían ATENCIÓN: BAJADA TÉCNICA, madre del amor hermoso, que bajadas, me recorrían pensamientos del estilo “menuda leche me voy a dar”, “me voy a destrozar los tobillos” (éste no ha estado muy equivocado), “como pise mal empiezo a rodar y no paro”… por suerte, Fernando, el ciclista escoba, me dio algunos buenos consejos en puntos complicados.

Fernando y yo comenzamos a hablar de todo un poco, de carreras, de deporte, de si aquel corredor llevaba la música muy alta y no atendía, pues yo mismo llevaba música, pero con el volumen suficientemente suave como para escuchar a los voluntarios y poder mantener una conversación fluida con Fernando, hablamos sobre los peligros de la bicicleta en carretera, sobre si piso fatal y me hago daño, sobre rutas por campo, él me comenta que en principio iba a ir en cabeza pero al no poder asistir el sábado al reconocimiento del recorrido le tocó ir de escoba y que eso le estaba permitiendo disfrutar del entorno, me dice que nunca se había adentrado en La Casa de Campo como lo estábamos haciendo durante el recorrido y que estaba disfrutando del paisaje y la verdad es que hablando, trotando y tal, cuando me quise dar cuenta estábamos en el kilómetro 12, cerca de La Puerta de Humera, en el recorrido de La Tapia y tocaba bajar hasta el kilómetro 13 para afrontar una última subida fuerte de dicho recorrido pegado a la dichosa tapia, kilómetro 13,700, Cerro de las Covatillas, el perfil ya se vuelve descendente hasta alcanzar el punto de paso bajo la Carretera de Castilla, pese a ser bajada, ritmos de 6 minutos y medio, casi 7 minutos por kilómetro, me dolía todo, los cuádriceps muy cargados, el tobillo izquierdo gritándome… tras pasar bajo la M-500 lo que al venir era un barrizal enorme, al volver era una locura, todo el pelotón de corredores ya había pasado por ahí dos veces, no encuentro un punto claro para pasar y toca trotar con cuidado y por el centro, resbala mucho pero cuando salgo más o menos respiro aliviado, sé que me queda otro barrizal, a falta de 500 mts, el que pasamos al comienzo de la carrera, pero ya estoy en el kilómetro 15,800 y vuelvo a estar dentro del Club de Campo, el recorrido es algo más sencillo.

Pregunto a varios voluntarios a lo largo de los siguientes puestos cuánto queda, todos me dicen lo mismo “poco, un kilómetro”, se me hizo eterno ese kilómetro que realmente fueron dos, está claro que trataban de hacérmelo más llevadero hasta que sobre el kilómetro 16,5 ya diviso las instalaciones del Club de la zona de salida y soy consciente que cuando el siguiente voluntario me dice que queda un kilómetro, ahora es de verdad.

Entro en la pista hípica a la que hay que darle casi la vuelta completa mientras escucho por megafonía que el speaker anuncia mi llegada, el último corredor, me nombra y sinceramente, me siento eufórico, nada más cruzar la meta reclamo mi medalla finisher, me la he ganado y me pasé toda la tarde con ella cerca.

Lo bueno de llegar el último es que tuve mi ratito de gloria y atención para mí solo, unas cuantas preguntas, agradecí públicamente el apoyo de Fernando en la segunda mitad de la carrera, alabé el entorno y paisajes de la prueba, la organización, lo dura que es… que me gusta a mí un micrófono.

En la zona de aparcamiento estaban esperando Jesús, Azahar, Quique, Santiago, creo que pensaban que había abandonado o me había pasado algo hasta que Jesús escuchó mi nombre por la megafonía, también apareció Vicente, un conocido de Alcalá de Henares, muy fanático de los trail. Tocaba cambiarse de ropa y cojeando, ir a tomar algo para recuperar fuerzas, café y un pincho de tortilla que me supo a gloria.

Nos contamos las próximas carreras e hicimos cábalas en cuales nos volveríamos a ver y nos despedimos. Por la tarde una vez se enfriaron músculos y piernas, el dolor de tobillos es importante y hoy martes, parece que va remitiendo, pero vamos, que supongo llegará el jueves o viernes y aún tendré molestias, aunque vuelvo a aquello de sarna con gusto no pica.

Me encanta correr fuera del asfalto, pese a lo durísimo que es para mí, pese a que no es dónde me encuentro más cómodo, el trail es otro rollo.

Recomiendo a todo aquel que lea esta crónica, dedique unos minutos a echar un vistazo a las imágenes en redes sociales o en la web de la carrera, verá la espectacularidad del entorno, verá la extraña mezcla de sufrimiento y satisfacción en las caras de muchísimos corredores, verá a algunos de esos corredores echando mano a tierra para subir algunas de las rampas, verá que la carrera del domingo fue una auténtica pasada, seguramente en seco sea un poco más llevadera, pero a toro pasado pensaba que tenía que haber hecho el C2 en lugar del C4, pero una vez hecho, viendo las imágenes y teniendo la retina llena de campo y de dificultad, joder, la experiencia, aún habiendo sido último, NO ME LA QUITA NADIE y mi cabeza ya piensa en más retos.

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